Por: Orlando Villanueva Martínez
[2017]
Su figura se eleva señera sobre los grandes relatos de la epopeya de la Insurrección Llanera a mediados del siglo anterior, junto a la de ese otro gran centauro, Guadalupe Salcedo. Su nombre se escucha aún en los relatos de los viejos caporales y en las notas que vibran en los corríos entonados por los cantores de las sabanas del Meta, del Casanare y del Arauca. Aún resisten en pie, tan tercas como su último ocupante, las ruinas de la casona en que dio feroz pelea a las tropas que fueron por su cabeza, incitadas por las élites de siempre, aquellas que aman las cadenas y odian la libertad. Aún se sienten en el aire el heroísmo, el arrojo y la valentía que le granjearon el respeto y la admiración de la llanerada, aquella que le otorgó el alias de Capitán con el cual pasaría a los anales de la tragedia histórica. La leyenda de Dumar Aljure, el gran Capitán de los llaneros, aún vive en los territorios donde combatió con sus hombres contra el régimen oprobioso que anegaba en sangre y fuego al país.
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