PUNTO DE QUIEBRE:El asesinato que marcó el comienzo de las FARC

Por: Pedro Claver Téllez

[2013]

Muy pocos saben que un crimen cometido el 9 de enero de 1960 en un pueblito perdido del Tolima dividió en dos la historia reciente del país. Ese día murió Jacobo Alape Prías, más conocido como Charronegro, el legendario rebelde liberal de los años cincuenta, asesinado por una facción de sus correligionarios y cuya muerte desencadenaría la separación definitiva de los «liberales sucios» o comunes, liderados por Pedro Antonio Marín, alias Tirofijo, de los «liberales limpios», auspiciados por el gobierno de turno. Quizás este hecho no esté registrado en los libros de texto ni en la memoria colectiva, pero lo cierto es que determinó el curso posterior de la realidad nacional, por las implicaciones que tuvo. Dentro de sus primeras consecuencias, la muerte de Alape cambió para siempre la vida de un movimiento campesino que en ese tiempo estaba dentro de la legalidad y que a partir del insuceso tomó el camino de la clandestinidad para después, a la vuelta de un par de años, convertirse en el grupo guerrillero activo más antiguo del mundo.
Gracias a una exhaustiva investigación, tanto bibliográfica como de fuentes testimoniales, el reconocido cronista Pedro Claver Téllez cuenta por primera vez los hechos reales y las circunstancias que rodearon estos acontecimientos en un relato apasionante, que atrapa al lector. En estos momentos, en los que se adelantan los diálogos de paz entre el gobierno y el movimiento insurgente, es de vital interés saber el punto de partida de la contraparte, conocer las motivaciones que dieron al traste con el proyecto agrario de su origen, y las intrigas y las pasiones que se desataron desde entonces, para estar seguros de que esta vez, si se quiere lograr el objetivo de la paz, será necesario no cometer los mismos errores de marras.

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Violencia pública en Colombia, 1958-2010

Por: Marco Palacios
[2013]

[…]Colombia es conocida por el conflicto armado. Así, la gran pared del Museo de la Cruz Roja Internacional de Ginebra que registra anualmente los hechos de guerra y paz en el mundo, trae, desde 1948, la expresión Colombian troubles. También se sabe que, independientemente de la pureza de las intenciones o de su claridad estratégica, los procesos de paz con las guerrillas (1981-2002) o con los paramilitares (2003-2006) se enredaron y terminaron en sainete. Quizá porque han concebido la paz como un medio para incrementar su poder, los políticos que manejan el Estado y los jefes guerrilleros, narcotraficantes o paramilitares, han demostrado ligereza en sus diálogos de paz, incluso, cuando combaten y
ponen la población inerme entre las balas.
Además, las políticas gubernamentales frente al auge de las drogas ilícitas y la violencia asociada, así como la mera permanencia del conflicto armado con las guerrillas, parecen indicar la inhabilidad de los grupos que dirigen la sociedad y manejan el Estado para operar con mayores márgenes de soberanía en el contexto internacional, de un lado y, del otro, la incapacidad de construir consensos básicos en torno a un régimen político democrático, garante de la convivencia ciudadana, la igualdad jurídica, el amparo de los derechos sociales y el imperio de la ley.
[…]el constitucionalismo y el contubernio clientelista; la exclusión social y la movilidad social; el legalismo, el gansterismo político y el robo de tierras; el narcotráfico y la competencia electoral; la libre empresa dentro de la ley y la libre empresa de hampones y rufianes; la inseguridad desenfrenada que nutre la idea fantasmagórica de seguridad total. Semejante escena produce desazón, el malestar colombiano: uno de los países más liberales e institucionales de América Latina —con alternancia en el gobierno, trídivisión del poder público y elecciones regulares— resulta ser el más violento de todos en el hemisferio occidental.
Todo esto se refleja en el aparato bibliográfico y, espero, en el texto mismo. Hay un asunto adicional de prudencia; en los pocos casos en que ofrezco ejemplos concretos, no cito nombres salvo cuando son ampliamente conocidos y ya no hace mal a nadie, pues, pese a lo que se diga, el conflicto sigue. Todos comprometen mi gratitud.

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Realismo mágico, vallenato y violencia política en el Caribe colombiano

Por: José Antonio Figueroa
[2009]

En los años setenta, un grupo de intelectuales, políticos liberales, folcloristas y narradores describieron a la Costa Atlántica colombiana como emporio del pacifismo y lugar de realización de un mestizaje que representaba la unidad nacional quebrada durante la Violencia. Cuando el campesinado costeño llevaba a cabo la mayor movilización a favor de la modernización del agro regional, los habitantes de la costa fueron descritos como tradicionalistas y espontáneos.
Sin embargo, hoy el Caribe colombiano se debate entre la violencia y el desplazamiento, y precisamente este libro plantea que la genealogía de esta violencia actual puede explorarse en el rechazo de las élites liberales locales y nacionales a las demandas de modernización hechas por el campesinado costeño aglutinado en la ANUC. Esta obra demuestra cómo el proyecto de las élites que defendían un tradicionalismo cultural sirvió de base para respaldar los poderes locales que usaron la violencia política contra los campesinos organizados.

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Violencia política contra los pueblos indígenas en Colombia 1974-2004

Por: William Villa y Juan Houghton

Sinopsis: En los últimos treinta años los pueblos indígenas en Colombia se constituyen en sujetos importantes en el desarrollo político del país, afirmación que adquiere sentido al analizar el ordenamiento territorial y al explorar en la Constitución Política el lugar que se le asigna a pueblos y culturas en la estructura estatal. En este período grandes cambios se han producido en el reconocimiento territorial a los pueblos indígenas, los cuales en la actualidad disponen de áreas resguardadas en un área cercana al 27% del territorio nacional, en las que se ejerce relativa autonomía en el ejercicio del gobierno indígena. De esta primera aproximación a la realidad indígena pudiera deducirse que los pueblos indígenas gozan en Colombia de condiciones ideales que garantizan la reproducción de sus culturas, pero la realidad enseña de manera dramática todo lo contrario y el presente trabajo explora el universo de conflicto y guerra en el que los pueblos
indígenas hoy se debaten.
La investigación sobre Violencia política contra pueblos indígenas en
Colombia, define como período desde 1974 hasta el presente año por dos
razones: una es la disponibilidad de fuentes que permitan la reconstrucción de los hechos y la segunda porque es en esta fase cuando el indígena emerge como sujeto del movimiento social e interroga al Estado respecto a sus derechos.
Con relación a las fuentes es importante señalar que la investigación se propuso indagar sobre la forma como se ha ejercido violencia contra la población indígena, de tal modo que se pudiera describir caso por caso, el sitio donde ocurre y el actor que es responsable de la acción. Así, la base documental que sustenta el análisis de la presente obra, está constituida por 4.649 registros, los cuales se anexan al final de los capítulos de análisis y tienen el valor de enseñar la forma como se ha venido afectando a diversos pueblos. Esta información siempre será incompleta, pues muchos de los casos algunas comunidades no los reportan como forma de protegerse, mientras otros, hacia el pasado no eran identificados como eventos relacionados con pueblos indígenas, ya fuese porque los sistemas de información no integraban esta variable o porque la misma población no se organizaba desde una visión étnica, como sucedía con algunas comunidades que más bien se asumían como campesinas, especialmente en la década de los setenta.

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¿Lo que el viento se llevó? Los partidos políticos y la democracia en Colombia (1958-2002)

Por: Francisco Gutiérrez Sanín

https://goo.gl/xkMCSL

Sinopsis:

¿Qué tienen de malo los partidos en Colombia? ¡A qué se debe su fragmentación, su proclividad a la “política antiestética’ , el abismo entre sus promesas y sus realizaciones? ¡No son acaso culpables de los desastres que han caído sobre nuestras cabezas? ¡No estaríamos definitivamente mejor si se gobernara sin ellos? ¡No han demostrado ser particularmente proclives a la violencia y a la corrupción? E, incluso, si no lo fueran, ¡tiene su existencia alguna importancia para la función de gobierno o para nuestra vida cotidiana? ¡No son simplemente irrelevantes? ¡Acaso los
problemas sociales y económicos del país tienen color, rojo, azul o verde? Los colombianos se hacen éstas y otras preguntas, todos los días, no sólo en las campañas políticas, en las universidades y en la prensa, sino también en los buses, en los taxis, en los cafés. Todos los sondeos de opinión muestran que los partidos aparecen sistemáticamente entre las instituciones más
desprestigiadas del país (por lo demás, no es un fenómeno tan nuevo). La gente que actúa en la política se da cuenta de ello.
Para no poner sino el ejemplo más relevante, el presidente más popular que hemos tenido en mucho tiempo -con más de dos tercios de aprobación de su gestión durante la mayoría de su primer mandato’- ha mostrado cada vez que puede su distancia con respecto de ellos.

Pero los tiempos han cambiado. ¡Consideramos hoy que los partidos son fundamentales para la democracia? ¡Se puede vivir y gobernar democráticamente sin los partidos? Si hay alguna esperanza de unanimidad en la literatura sobre democracia y partidos, es alrededor de la respuesta negativa a estas preguntas. Pero la tensión permanece y, de hecho, ha constituido una característica que ha marcado nuestra historia republicana, con su alternación cíclica entre acuerdos nacionales y competencia abierta, cada uno con su conjunto característico de virtudes, tragedias y comedias.

El Jefe supremo: Rojas Pinilla en la Violencia y el poder


Por: Silvia Galvis y Alberto Donadio
https://goo.gl/oT6eXE

Sinopsis:

Además de utilizar los rastros escritos de la vida de Gustavo Rojas Pinilla antes de ser presidente, de su período de gobierno (1953-1957) los autores examinan los aspectos y sucesos más controvertidos, como la censura de
prensa, la muerte de los estudiantes en el centro de Bogotá, la sangrienta corrida de toros de 1956, las relaciones con la Iglesia católica, la cruzada anticomunista y la violencia en el Tolima.
En este departamento, según revelan informes secretos, la respuesta simplista de Rojas al problema guerrillero estuvo guiada por su obnubilación anticomunista, que lo llevó a dar la orden de liquidar la guerrilla en 8 días y al intento de adquirir 3.000 bombas napalm en los Estados Unidos. Los capítulos relacionados con el gobierno rojista fueron construidos con base en documentos del Departamento de Estado de los Estados Unidos, que los autores tuvieron el privilegio de examinar en el Archivo Nacional de Washington D.C. apenas unos días después de levantada la reserva en 1986.