Por: Javier Henao Hidrón
[2014]
Rafael Uribe Uribe (1859-1914) pertenece a la selecta clase de personajes de la historia política colombiana que, junto con Simón Bolívar, Tomás Cipriano de Mosquera, José María Obando, en la época republicana, y más atrás, en la colonia, con José Antonio Galán, merecen el título de caudillos, singular condición humana que consiste en ser cabeza, conductor o guía del pueblo.
Desde el liberalismo radical, actuó en la vida pública del país durante una época particularmente agitada y difícil, en la cual la unión entre el partido conservador y el clero, predominó de manera ostensible en la dirección del gobierno, dando origen a la llamada República o hegemonía conservadora. Uribe Uribe combatió esa alianza en su actividad política y en posición de
insurgente —participó en cuatro guerras civiles, la primera a la edad de diecisiete años y en la última, con el título de general, a los cuarenta y tres—, habiéndola explicado con amplitud en dos documentos de elevada concepción doctrinaria: Ensayo sobre las cuestiones teológicas y los partidos políticos en Colombia (1911) y De cómo el liberalismo político colombiano no es pecado (1912).
Superadas las guerras civiles, convirtióse en el pregonero de la paz y de la concordia, habiendo sido el primero en sostener la necesidad de conferir a la Constitución Política una orientación verdaderamente nacional, mediante la alternación pacífica de los partidos en el gobierno del Estado.
Ese vasto escenario solo pudo ser interrumpido a la edad de cincuenta y cinco años por el magnicidio cometido a golpes de hachuela en el costado oriental del Capitolio Nacional.
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