A SANGRE Y FUEGO(Un dramático reportaje del 9 de abril en todo Colombia)

Por: Ramón Manrique
[1948]

Escrito en estilo de gran reportaje, no es una obra de tesis. Sin embargo, Ramón Manrique refiere primero los hechos escuetos partiendo de la periferia al centro – o al epicentro, será más propio – con objetivismo dramático que a veces es cruel y de sus pesquisas extrae deducciones que son tesis. Mal podría concretar en un partido o persona determinados la culpabilidad del crimen y con acierto deja a la justicia investigativa que diga la última palabra. Empero, con el relato de la verdad desnuda abre un tremendo interrogante, cuya respuesta es obvia.
Este libro escrito con sentido de responsabilidad. Parcela a los actores del drama en dos corrientes: la formada por el idealismo liberal herido que achacaba a los conservadores la responsabilidad del crimen y la integrada por las irresponsables fuerzas suburbanas sin partido, en cuyas almas hizo explosión el subfondo de malas pasiones que yacen dormidas o drenadas en lo profundo de los sentimientos del pueblo latino-americano.

Además de la amenidad y sencillez del estilo de Manrique, sobresale en «A sangre y fuego» el cariñoso cuidado con que describe a todas y cada una de las regiones del país donde acaecieron los dramáticos sucesos. Bogotá, Barranquilla, Medellín, Cartagena, Cali, lbagué, Manizales, Bucaramanga, Cúcuta, Pereira, etc., están descritas en toda su grandeza, hasta el punto de que ya no le será posible al lector extranjero que desconoce a Colombia, sublimarla y menospreciada por ignorancia.

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El crimen de abril: Lo que no se ha revelado del proceso Gaitán

Por: Rafael galán Medellín
[1986]

Tal vez la única persona, en Colombia, que conoce profundamente el expediente por el asesinato del gran conductor de multitudes, doctor Jorge Eliécer Gaitán, es el doctor Rafael Galán Medellín, apoderado de la parte civil durante los últimos años del proceso. Desde el día 9 de abril de 1948, cuando Roa Sierra disparó contra la humanidad del caudillo, transcurrieron 30 años, hasta la extinción de la acción penal. ¿En que quedó el caso Gaitán? se pregunta el autor de la obra, EL CRIMEN DE ABRIL, y responde: “en nada. En legajos de cuadernos descoloridos”, pese a que como él mismo lo asegura, “hay indicios graves, testimonios y refrendaciones comprometedoras, personas que no fueron a la cárcel por obra y gracia de la justicia comprometida, ingenua o blanda”.
La obra se escribió con el mayor rigor científico, sin desviarse del expediente. Es éste, quizás, su mayor mérito. De otra parte, mucho se ha escrito sobre la vida de Gaitán, sus ideas políticas, su obra. Por primera vez se presenta a los lectores la realidad sobre el voluminoso expediente.
Rafael Galán Medellín, abogado de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional (1944). Especializado en Ciencias Penales. Ha sido Alcalde Mayor de Tunja, Alcalde Especial de Fusagasugá, Personero Municipal de Girardot, Juez Penal del Circuito, Juez Superior, Conjuez del Tribunal Superior de Bogotá, Concejal de Girardot y Zipacón, profesor universitario, cofundador de la “Asociación de Abogados Penalistas Litigantes” ; condecorado por esta institución con la medalla al mérito; cofundador de la “Fundación de Amigos del Centro Jorge Eliécer Gaitán”. Fue representante de la parte civil en el proceso Gaitán como apoderado de Amparo Jaramillo de Gaitán, desde el 17 de febrero de 1973 hasta la finalización del mismo en marzo de 1978.

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Mataron a Gaitán: Vida pública y violencia urbana en Colombia

Por: Herbert Braun
[2008]

¡Mataron a Gaitán! ¡Mataron a Gaitán! En boca de todos.
Tres palabras. Tres palabras repetidas. Seis. Nueve. Más. Tres palabras en muchas voces. Voces de rabia, de dolor, de rencor, de desolación. Voces con lágrimas, angustia, miedo, inseguridad. Voces de incertidumbre, de alivio, de alegría. Tres palabras; muchas emociones.
¡Mataron a Gaitán! ¡Mataron a Gaitán! En la tarde del 9 de abril de 1948, esas tres palabras fueron una afirmación para muchos, un dolor, una expresión espontánea con la cual buscaban con desespero llegarles a otros, tocarlos, decirles que ¡Mataron a Gaitán!, que esa muerte la sentían todos, que era de todos, que era contra todos, tres palabras que salían sin pensarlas de los pulmones para no sentir a solas esa agonía, para convertirse en algo grande, colectivo, una multitud. ¡Mataron a Gaitán! ¡Mataron a Gaitán!
Tres palabras. Una acusación. (¡Ellos!) (¡Ellos!) ¡Mataron a Gaitán! Lo sabían. No era una equivocación. No, no era un accidente. No ocurrió al azar. Fueron ellos. ¡Ellos! No dudaron. No tenían por qué dudar. Algo tan grande, trágico, histórico, fue concebido, organizado, planeado, meticulosamente, por personas importantes, por los que detentaban el poder, por los que tenían los medios de hacerlo, por los de arriba, los que lo odiaban, sus enemigos, nuestros enemigos. ¡Mataron a Gaitán!
(¡Ellos!) (¡Ellos!) Esa verdad la vivían por dentro. Les pertenecía. Era suya, subjetiva. Ese día, miles de colombianos actuaron convencidos de que sabían la verdad. Al volcarse contra la casa del caudillo conservador y contra el periódico conservador, contra los edificios públicos, contra el Ministerio de Justicia, contra al Arzobispado, ellos convirtieron su verdad subjetiva en una realidad histórica.

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